martes, 13 de septiembre de 2011

Huída

La noche es una estrella en tu cucharilla y la mañana es un puñal en tu sien. En medio no hay nada.

Luego la mirada perdida, la ansiedad, los gritos. No volveré, escaparé de ti. Podré hacerlo.

Y cuando crees que has huido, la noche más negra vuelve tu cuerpo a través de un pinchazo en el brazo.

martes, 30 de agosto de 2011

El progreso

Hace ya tiempo que aquí nadie cree en los milagros. Nos sorprendimos cuando aquellas cajas empezaron a mostrar cabezas grises que nos contaban el parte. Desconfiamos cuando escuchábamos en las caracolas las voces de los que se habían marchado a América. Nunca pensamos que las vacas nos diesen leche conectándolas a esos artefactos...

Siempre hubo explicaciones que no entendíamos.

Así que cuando una noche el alcalde, al atravesar la plaza Mayor, empezó a elevarse hacia un plato volador dorado no nos sorprendimos. Ya bajará.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Voces

- Aquí vinimos a descansar.
Asentí.
- ¿Salimos a dar un paseo por el jardín?
- Mejor bajemos a la cafetería.
Los camareros vestían de un blanco impecable.
- ¿Por qué tardan tanto los niños?
Me giré y miré hacia la ventana. A veces deseaba no oír algunas cosas.
- Me duele la cabeza.
Subí a acostarme.

Al cabo de un rato se oyeron gritos en mi pasillo.

Cuando vi pasar al de la 204 en la camilla, enredado en una camisa, pensé que era mejor no volver a decirles nada de las voces.

sábado, 20 de agosto de 2011

jueves, 11 de agosto de 2011

Casa do Alentejo

Con respecto a los viajes, hay quien dice que no se debe regresar a los lugares en los que hemos disfrutado.

No estoy de acuerdo.

Supongo que hay gente que soporta mal el paso del tiempo y volver a sitios que les recuerdan lo jóvenes que eran les enfrenta a lo viejos que son. Lo felices de entonces y lo amargados de ahora. Los sueños y esperanzas de ese momento y la frustración de comprobar que, pasados los años, no han sido capaz de ejecutar esos proyectos.

Curiosamente, esa sensación de angustia por la fuga del tiempo, sí es algo que me representa bien.

En cualquier caso, la semana que viene volveré a Lisboa, y espero poder ir a cenar a la Casa do Alentejo. Allí fui joven, feliz y lleno de sueños y esperanzas, aunque sólo fuera una noche, una cena.

Mentiría si dijese que recuerdo qué cené. Sería un embustero si, rebuscando en la carta recomendase ahora el Medalhão de Vitela Branca, com batata corada, presunto e legumes assados (aunque es probable que conociéndome y conociendo al viajante de entonces, hubiese tomado Açorda Alentejana, azeite, coentros, alho, pão alentejano e ovo escalfado y Lombo de Bacalhau, no forno com batata e pimentos). Porque aunque no tenga mal recuerdo de la comida, en realidad todo eso es irrelevante. Lo hermoso es lugar, en pleno centro de Lisboa, pero oculto, medio escondido tras un cartel poco descriptivo. Iba a decir "ligeramente decadente", pero creo que simplemente "decadente" es más exacto.

Tras la sórdida entrada, un patio árabe. Paredes y suelos de azulejos, una pequeña fuente, columnas de mármol con capiteles abigarrados, celosías... Lo dicho: árabe. El jaleo de la ciudad, tras las paredes, a pocos metros, me pareció muy lejano. Y subimos la escalera para llegar al restaurante. Dos salones en las que los azulejos formaban murales.

Y allí, en mesas incómodas, en una esquina en la que había desconchados, cenamos. Éramos cuatro. Era el principio de una primavera que aún era fría una noche con luna llena. No recuerdo qué dijimos ni pasó nada excepcional. Pero es un sitio al que me apetece volver. Un lugar diferente que, después de varios años, sigo recordando. Y mi memoria no es demasiado buena.

Debería buscar las fotos de ese viaje e ilustrar este desastre de primera anotación con alguna aportación propia. Pero el paso a digital supuso una verdadera marea de archivos, y como gran desordenado, nunca he sido capaz de seleccionarlas, colocarlas, etiquetarlas. Pero ese ya es otro cantar...