Hace ya tiempo que aquí nadie cree en los milagros. Nos sorprendimos cuando aquellas cajas empezaron a mostrar cabezas grises que nos contaban el parte. Desconfiamos cuando escuchábamos en las caracolas las voces de los que se habían marchado a América. Nunca pensamos que las vacas nos diesen leche conectándolas a esos artefactos...
Siempre hubo explicaciones que no entendíamos.
Así que cuando una noche el alcalde, al atravesar la plaza Mayor, empezó a elevarse hacia un plato volador dorado no nos sorprendimos. Ya bajará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario